
No espero complacer a todo el mundo, he aceptado que es algo, sencillamente, imposible, y he decidido que si para gustarle a todos debo dejar de ser fiel a mí mismo, aunque solo sea un instante, prefiero correr el riesgo de no gustarle a nadie.
Me he alejado de lo que no me hacía feliz, he vaciado mi mochila, me he desprendido de las rémoras que no me dejaban avanzar, y he comenzado a andar mi camino ligero de ese equipaje que, sin darme cuenta, tanto daño me hacía. Me he despedido de quien debía hacerlo, y no he vuelto a mirar atrás.
Soy libre para decidir quién quiero que forme parte de mi vida.... y sobre todo, quién no. Estoy aprendiendo a amar todos y cada uno de mis defectos, y lo más importante: a no olvidarme jamás de estar orgulloso de mis virtudes.